Ser la prioridad al sueño de alguien,
evitar las horas de sueño.
No quiero comodidades,
es la vida que he decidido.
A veces me pasa como hoy,
que me pregunto
en qué momento
decidí hacer las cosas mal
o vivir con esa sensación
en el cuerpo todo el rato.
Me abruma la realidad
cuando creía haberme
alejado lo suficiente
como para evitar
el olor a quemado
y a sangre seca.
Volviendo a casa
después del derrumbe fugaz
me veo caminando
con DaBelchi,
compañero de aventuras...
Ya no son las mismas,
ahora ocurren por dentro
y desgarran desde ahí.
Y con todo,
creo que ya
nada está igual.
Ahora hay sitios
en los que nadie
puede abrazarte,
por fuerte que aprieten.
Y yo siento fuego
justo en ese lugar.
Tirar la mesa al aire
con todas las cosas de
encima volando por
los aires,
tocar tan fuerte la batería
hasta que por ira
y descontrol,
una baqueta golpea entre
tus dedos
y te hace sangrar
y gritar,
gritar,
de una vez por todas,
todo lo que te de
la gana gritar
a los ojos de quien te hizo
daño,
con tu verdad por delante.
Desarraigarse
y morir en el intento,
pero intentarlo.
Perder el sentido, el hambre,
el sueño,
y las ganas de una carcajada,
a riesgo
de recuperar en un instante
las ganas de escribir todo esto,
porque sí,
para nadie.
Pero siempre
con
tu
verdad
por delante.
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